Intercambio – Documento

(*) Los documentos del mas igualdad están sujetos a revisión periódica por lo que están fechados en su última revisión.



Setiembre de 2017.

El presente documento es un esfuerzo colectivo, incompleto y en permanente transformación. Se ha nutrido del aporte de decenas de personas que declaran su compromiso ideológico con buena parte de los contenidos que en él se presentan y que aún en discrepancia con algunos de ellos han colaborado en la mejora de los mismos así como su armonización y ordenamiento, en el entendido de que las personas que hacemos este esfuerzo, lo hacemos en procura de un mundo más feliz, más integrador, respetuoso, sostenible y por lo tanto más justo y menos desigual. Pero además lo hacemos sin aceptar lo posible como una restricción definitiva que más allá de resultados se consuela con ir en la dirección correcta. Los que hacemos esto no aceptamos ningún mundo que no sea para TODAS y para TODOS, donde los derechos humanos sean pospuestos para cuando se pueda y en función de la conservación de privilegios sostenidos en la naturalización de la desigualdad.

Esperamos que quienes acompañen total o parcialmente las ideas aquí expresadas se apropien de ellas, como lo hemos hecho nosotros, y las compartan como mejor les parezca contribuyendo de esa forma a la consecución de las mismas.


¿Hacia dónde vamos?

No creemos estar ni en el fin de la historia ni en el comienzo de una nueva era,… creemos necesario trabajar en un proceso de acumulación de muy largo plazo camino a una sociedad más justa e igualitaria.

PARTE I

El contexto latinoamericano: entre el fin de la historia y el progresismo

1. A la caída del muro de Berlín le siguió una era denominada por algunos como “el fin de la historia”, plagada de contradicciones sostenidas por un liberalismo que festejaba la eliminación del mundo bipolar y el triunfo de los EEUU sobre la Unión Soviética y prometía la felicidad global.

2. El fin de la historia aludía de alguna manera a el fin de la lucha de clases, y era la expresión del nacimiento de una hegemonía que basaba su relato en la idea de una nueva dinámica socio-histórico y política, de un proceso cíclico donde se terminaría aquella vieja expectativa evolucionista de que la sociedad algún día iba a desterrar el capitalismo como formación social para avanzar hacia una sociedad post capitalista.

3. ¿Por qué referirse a eso? Parece razonable evaluar con cuidado la era progresista rescatando sus importantes logros pero observando también sus limitaciones. En estos tiempos de enlentecimiento de la economía y de giros a la derecha en distintos países de América Latina, se empieza a pensar en la restauración del viejo curso liberal que dominó los últimos cincuenta años del Uruguay anteriores a la era progresista y que condujo al país a enfrentar varias crisis económicas de entidad con consecuencias sociales dramáticas: pérdida significativa de bienestar de la población, pérdida significativa de ingresos, importante concentración de la riqueza, desintegración social y un aumento sustantivo de la desigualdad.

4. Sin embargo, plantear el fin de la historia es plantear el fin del enfrentamiento entre visiones antagónicas, y eso no parecería razonable en la inestabilidad social y política en que vive el continente. Las fuerzas progresistas en Latinoamérica resisten con distinta suerte los procesos de retroceso en las conquistas sociales que se vienen imponiendo por distintos métodos pero en la misma clave. El repentino giro del Ecuador, el impulso neoliberal en Argentina y la apocalipsis del sistema político brasileño patrocinada en buena medida por un operativo golpista, son buenas muestras de transformaciones antipopulares. Todas ellas muy decididas y en parte contundentes pero de futuro incierto.

5. La crisis política venezolana no parece solucionable en el corto plazo con un gobierno que debe enfrentar una situación económica y política dramática en medio de un intento permanente de desestabilización de una oposición liderada por sectores de histórico carácter antipopular y que no han logrado constituirse en alternativa viable pese al apoyo de buena parte de los centros de poder global y del aislamiento producido por buena parte de los gobiernos de Latinoamérica. Todo esto configura una enorme inestabilidad en el continente.

6. En ese marco Uruguay, Chile, Bolivia y El Salvador se constituyen en las principales referencias del progresismo que van sosteniendo con mayor énfasis objetivos de transformación social, no sin vacilaciones, y en algunos casos con importantes problemas que ponen en tela de juicio la continuidad de los distintos procesos.

Una década de desarrollo inconcluso en América Latina: crecimiento económico, ambiente y desigualdad.

7. América Latina ha pasado por un proceso en estos últimos diez o quince años de reducción de la pobreza y de mejora de la situación social de los pueblos que ha significado un hecho histórico, contándose por decenas los millones de personas que cambiaron su condición social.

8. Sin embargo, ese camino de progreso social de Latinoamérica no deja de estar plagado de contradicciones. Por una parte el proceso productivo que empujó a la reducción de la pobreza está muy vinculado a los sectores primarios históricamente arraigados en el continente, de extracción de minerales y producción agropecuaria, que si bien han sufrido una verdadera revolución técnica incorporando conocimiento científico muy significativo para la mejora de la producción y de la productividad, no dejan de establecer y de consolidar una estructura productiva basada en la producción de bienes y servicios, de poco valor agregado relativo. En el intercambio con el mundo América Latina sigue caracterizándose por su bajo aporte de valor sobre el producto global, en desventaja respecto a lo que aportan los países emergentes con mayor nivel de desarrollo o las economías desarrolladas.

9. Asimismo, no debe perderse de vista que en los últimos años el proceso productivo estuvo fuertemente asociado a importantes cambios en el medio rural como la intensificación del uso de los recursos naturales como suelo y agua, y la concentración y extranjerización de la tierra, con la irrupción en el país de empresas transnacionales del agronegocio, las cuales controlan hoy un porcentaje importante de las tierras agrícolas. Por otra parte, estamos lejos de haber podido redistribuir esa riqueza como para introducir mejoras estructurales en nuestras sociedades de modo que los patrones de desigualdad se vuelvan resistentes al ciclo económico y no se corra riesgos de volver a los niveles de pobreza, desempleo, precariedad y demás factores de desintegración social que trajo la crisis liberal.

10. En los últimos 50 años la crisis ambiental se ha profundizado como en ninguna otra época a costa de abastecer la demanda de alimentos, combustibles, maderas, y energía. América Latina no es ajena a esta crisis. Los gobiernos progresistas de la región han tenido que enfrentar la tensión entre la necesidad y oportunidad de explotar los recursos naturales como medio para mejorar la calidad de vida de la población y en arreglo con una tracción fuerte de la demanda externa, o conservar los recursos naturales y la biodiversidad como un bien público global pero prescindiendo de la oportunidad de crecer. Ha faltado, por el imperativo de las circunstancias y la falta de ideas fuerza, la discusión y la apuesta para trabajar sobre modelos alternativos de desarrollo que trasciendan la falsa dicotomía entre naturaleza y producción, de forma de transitar hacia escenarios que garanticen el acceso a los recursos y la socialización de sus beneficios, promoviendo un uso integrado del territorio, una gestión participativa, y un manejo responsable de los bienes naturales. La solución a los problemas ambientales implica una transformación social hacia otros modelos de desarrollo que garanticen la sustentabilidad en todas las dimensiones. Se debe en primera instancia poner el conocimiento al servicio de la idea, así como generar los espacios de debate y acuerdo para desarrollar en el mediano y largo plazo estas estrategias, o sea, una verdadera revolución social.

11. Las condiciones políticas actuales no parecen ser las más favorables para el desarrollo de un proyecto regional de izquierda, aunque las cartas del mediano plazo no están echadas. Ha pasado el momento en que gran parte del continente estuvo gobernado por partidos políticos en cuyos discursos la integración regional ocupaba un lugar significativo, aunque las prácticas no fueran siempre consistentes, y que tenían en sus programas de gobierno la priorización de una agenda distributiva y de derechos humanos.

12. A pesar de la existencia de un gigantesco mercado, como representa la propia América Latina para sí misma, y de ser un continente con una impresionante riqueza, no se ha logrado avanzar en una verdadera integración en términos productivos con una visión regional que permita establecer algunas de las principales bases para el desarrollo económico y social, manteniendo una inserción mundial desfavorable dada por su especialización en bienes y servicios de bajo valor relativo, entre otros determinantes.

13. Han quedado expuestas las grandes restricciones de los Estados latinoamericanos para poder negociar con éxito procesos de desarrollo económico en este contexto de globalización con actores empresariales transnacionales tan fuertes y dadas las bajas capacidades de maniobra de los países para disponibilizar espacios fiscales suficientes. Dichos espacios, sin cambios estructurales son reducidos como para atender a la vez los prerrequisitos para el desarrollo económico y la gigantesca deuda social. De aquí la necesidad permanente de crecer sostenidamente y por un largo plazo.

14. Buena parte de la inversión necesaria y pendiente debe estar en la formación de capacidades humanas e institucionales para sostener estos objetivos. A la luz de los resultados es necesario que vuelva al primer lugar de la agenda el papel que debe jugar del Estado para el desarrollo en este continente, lo cual dista mucho de ser sólo un problema teórico de modelo y se sitúa en el espacio histórico y político.

15. América Latina sigue presentando un nivel muy alto de desigualdad en los logros educativos de su población, en las remuneraciones provenientes del mercado laboral, en la extensión de los derechos laborales y ciudadanos y en la distribución de la riqueza, cada vez más concentrada en muy pocas manos y de baja orientación a la inversión. En buena parte del continente permanecen pendientes las reformas tributarias, y en especial ausente la imposición sobre la riqueza. A esto se agrega la importante debilidad institucional para promover el desarrollo y el bienestar social y como para controlar la eficacia y eficiencia de la inversión pública evitando procesos de corrupción de distintos niveles que minan la legitimidad de los proyectos políticos.

16. También ha jugado un papel importante la falta de iniciativa pública y privada en investigación e innovación científica y tecnológica que promueva un aumento de la productividad social dejando a un lado la histórica cultura corporativa, rentista y de privilegios sobre la que fue construido el continente.

17. Todo esto ha limitado mucho la posibilidad de construir escenarios de igualdad material y cultural a través de la provisión más universal de protección social y bienes públicos, así como ha dificultado la construcción de una cultura de solidaridad incluyente. A pesar de las grandes mejoras de esta década, América Latina sigue siendo el continente más desigual del mundo. Esta persistencia de la desigualdad ha contribuido a los procesos de desintegración y fragmentación social, profundizando la segregación residencial y la conformación de grupos de ciudadanos sin derechos, desprotegidos, apartados cultural y espacialmente de la “formalidad” (servicios básicos, seguridad social, derecho a medios de vida dignos, etc.).

¿Cuál es el margen de acción?
Entre la integración desfavorable y el camino del enfrentamiento.

18. El proceso de desarrollo de Latinoamérica de los últimos diez o quince años ha sido un proceso progresista, sin dudas, orientado al bienestar de las grandes mayorías, integrador e incluyente, contemplador de diversidades y de rezagos de buena parte de su población, pero no ha sido un proceso completo en estas dimensiones. No se ha logrado alcanzar objetivos estratégicos que puedan garantizar que la mejora sea algo irreversible ni vencer un conjunto de restricciones y características que plantea el capitalismo actual. Más allá de cuán intensa haya sido la orientación para abatir dichas restricciones, éstas han impedido consolidar un conjunto de impulsos que han estado presentes en la orientación progresista y de izquierda, tal es el caso de la integración regional. La era progresista desde esta perspectiva parece haber pasado, y no sabemos si va a volver a tener oportunidades parecidas en un futuro cercano. Sin embargo resulta claro que eso depende en buena medida de la capacidad y determinación que tenga la política de volver a plantear estas discusiones, que han quedado inconclusas y que no han llegado al lugar imaginado. Queda mucho por aprender sobre la experiencia reciente en relación a los límites de la gestión del capitalismo para una transformación social de izquierda.

19. Al igual que en la región, en nuestro país se comienza a sentir la desaceleración económica más allá de los esfuerzos por parte del gobierno por sostener las políticas sociales en un sentido amplio. De todas formas la coyuntura se configura a partir del procesamiento de un ajuste económico, llamado “consolidación fiscal” que pone a la izquierda en una disyuntiva dado que el sostenimiento de la disciplina fiscal, si no se altera la distribución, conlleva esfuerzos políticos que implican la no consideración de necesidades de la población que podrían o deberían ser satisfechas si se construyera margen para atenderlas. Este equilibrio entre garantizar las condiciones de realización del capital, con alto poder de presión política y la necesidad imperiosa de una parte de la población de continuar con el proceso de mejora comenzado, agregado a una clase media con expectativas de consumo expansivas y no necesariamente adecuadas al nivel de desarrollo del país, constituyen un escenario de tensión que amenaza la legitimación del proyecto político y fortalece la necesidad de una discusión de economía política de corto, mediano y largo plazo, dado que algunas restricciones actuales tendrán consecuencias tanto inmediatas (los cincuentones), como futuras (la pobreza infantil), poniendo en juego la viabilidad de una sociedad justa, integrada, igualitaria.

20. Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿es posible continuar redistribuyendo o ya no es posible? De serlo, ¿qué medidas deberían emplearse para avanzar en la redistribución? ¿es posible que la población más acomodada acepte sacrificios para privilegiar a un sector que precisa más?, ¿cuáles son las prioridades? ¿quiénes deberán esperar?

21. La izquierda en Latinoamérica se enfrenta al siguiente dilema: las reglas de juego que impone la hegemonía capitalista y la necesaria responsabilidad fiscal sobre la que es necesario funcionar representan un freno en la expansión del bienestar. El financiamiento del desarrollo compite con la deuda social en materia de prioridad en el gasto y ambas presionan al alza sobre la carga tributaria. Es necesario gestionar esta tensión para lograr mejorar el bienestar y la distribución pero sin descuidar el crecimiento económico y las cuentas públicas. Venimos de una situación social muy angustiosa que se ha revertido significativamente en los últimos diez años. Sin embargo hay una parte aún incumplida de esa agenda social y falta mucho todavía para llegar a un estado mínimamente satisfactorio.

22. Atender esa deuda social que permanece implica abordar una situación compleja en tanto uno de los caminos para profundizar la distribución es rediscutir los beneficios que buena parte de los sectores mejor acomodados ha naturalizado como derechos y hoy resultan muy difíciles de revisar: corporaciones profesionales, empleados públicos, empresarios, rentistas, algunos sectores de trabajadores, algunos pasivos y algunos militares.

23. El otro camino, alternativo y complementario, el más resistido por el poder económico, consiste en ir por una parte de la riqueza acumulada y por una porción mayor de la renta del capital. Idea incluso no recomendada por sectores de izquierda o progresistas porque cuestiona la viabilidad política del modelo, pero que representa el camino más lógico en un sistema mundo donde la concentración del capital está en el zenit y no se vislumbran cambios sustantivos en la tendencia de los últimos años, más bien lo contrario.
Las medidas implementadas hasta ahora están llegando a su tope distributivo y quedando poco margen de maniobra para seguir mejorando en materia de integración social, no es posible esquivar la discusión sobre los horizontes de la transformación, se tenga o no una propuesta políticamente viable para continuar.

PARTE II
La sociedad del riesgo, la demanda de seguridades y el rol de los medios de comunicación.

24. Considerando la dimensión social y política del problema planteado se impone tomar en cuenta que vivimos en un mundo caracterizado por un conjunto creciente de incertidumbres muy importantes que van desde el rendimiento de los activos financieros a las catástrofes climáticas, los problemas permanentes de estabilidad del mercado laboral y con ellos los de la protección social, entre otros. Todas esas incertidumbres y riesgos generan un conjunto de inseguridades que son intrínsecas a la vida social y se “materializan” cada día más a través de un desplazamiento de esa inseguridad propia de cada ámbito de la vida (el trabajo, el riesgo climático, los problemas de la salud, los accidentes, etc.) hacia un lugar obsesivamente construido por los medios de comunicación: la inseguridad sobre la propiedad, en tiempos de modalidades delictivas más violentas, y la inseguridad sobre la vida, vista esta última como una mera consecuencia de los delitos contra la propiedad.

25. Poner en cuestión la institución de la propiedad es más grave para el orden establecido que poner en juego la propia vida, en especial si se trata de la vida de los otros (los pobres, los trabajadores, las clases subalternas). Las múltiples formas de inseguridad que esta sociedad genera son a los ojos de la hegemonía capitalista parte de las reglas de juego. El problema aparece cuando la inseguridad amenaza al “ambiente de la propiedad”, entendiendo a éste como el conjunto de normas, en extremo violentas pero naturalizadas, que se utilizan para despojar de los satisfactores básicos para la vida a las grandes mayorías de la población y que prohíben el acceso de las grandes masas a los productos más avanzados de la civilización. Si no fuera por las normas aceptadas que constituyen el ambiente de la propiedad ¿a alguien se le podría ocurrir que puede aceptarse que un niño nazca sin garantías para alimentarse y resguardarse de la intemperie mientras a otro no le alcance la vida para gastar la fortuna que hereda? La defensa de este modelo de sociedad no permite interpelar el acceso desigual a los recursos, a las libertades, a las seguridades y a la riqueza; no interpela la desigualdad extrema de posiciones socioeconómicas y mucho menos se pregunta por los determinantes del origen de esa desigualdad. Toda esta injustica se presenta como inevitable y natural, y toda reflexión sobre estos temas es presentada como delirante o radical.

26. La concentración de poder económico por su parte invade las esferas institucionales y políticas, las cuales son cada vez más dependientes de la dimensión económica y construye hegemonía cultural imponiendo o intentando imponer un orden del mundo que, aunque parece muy poco ordenado, bastante caótico y muy violento, se presenta como si fuera el único orden posible y como si nada pudiera cambiar el curso de la historia (la prédica del “fin de la historia”, la construcción de “la realidad”).

27. Para sostener este desorden de cosas los sectores acomodados (otrora llamados la clase dominante) se han valido en forma creciente del control de los medios masivos de comunicación, los cuales, regidos por las mismas reglas distributivas que el resto de los activos sociales, han sufrido una concentración significativa en los últimos años y son en muchos lugares de patrimonio casi exclusivo del gran capital nacional o trasnacional. Esta capacidad hegemónica se organiza a través de empresas de comunicación dedicadas a la imposición y legitimación de ideas fundamentales para el control de masas (el entretenimiento a medida, la definición del “bien” y el “mal”, el desplazamiento de la dimensión política de la vida social y el ascenso del chisme al rango de asunto político, entre otras), las cuales se han vuelto un sustento fundamental de la política y un mecanismo para evitar que la democracia política (representativa) pueda llegar a expandirse y completarse como una idea de participación social real y como un medio inclusivo para la definición de un criterio de justicia distributiva.

28. Desplazados todos los problemas reales de inseguridad y riesgo que produce el capitalismo con su funcionamiento a partir de máquinas de generación de opinión, el debate político se vuelve un asunto de mera gestión de problemas sociales, que además construye un relato que admite un sólo responsable en última instancia por los fracasos: el Estado. Ese perdedor permanente que no merece reconocimiento por sus aciertos, debe ser por una parte el garante de la realización del capital (inversiones, rentabilidad, seguridad) y sobre esa actividad sólo se oyen quejas por el nivel de impuestos. Por otra parte debe velar, con recursos muy escasos, por el bienestar y la paz social, la cual en contextos de escasez puede devenir en una paz violenta donde la necesidad de control básico de la seguridad a través de aparatos especializados del Estado (la justicia y la policía) puede profundizar el estado de desigualdad social operando en el recorte de la libertad individual de los “sectores peligrosos”, agresivos o anómicos respecto al ambiente de la propiedad. Es a todas luces claro que ninguno de sus dos cometidos puede recibir aprobación universal en la dinámica social de la competencia salvaje que propone el capitalismo por lo que el Estado es y será el “chivo expiatorio” que precisa el sistema social.

29. La presión que ejercen las fuerzas hegemónicas de la desigualdad en la construcción de “la opinión pública”, que nada tiene de pública dados los mecanismos de manipulación que tienen los intereses privados en la construcción de sentido y de subjetividad, hacen que la atención de la inseguridad inherente al sistema social se produzca también en forma desigual. En este estado de cosas la manipulación de la subjetividad se vuelve una empresa de alto costo y alta renta, así como una potente área de investigación científica y tecnológica con fines comerciales, políticos y militares.

30. Poner en el centro el problema de la “inseguridad ciudadana”, asociada al ambiente de la propiedad, concentra la atención sobre un tipo de inseguridad y se diluye respecto a otros. La información protagónica de todos los medios informativos refiere en buena medida a la materialización de todos los riesgos: delitos violentos, accidentes de tránsito, cierres de fábricas, catástrofes. Siendo además los que reciben un trato preferencial por muchos editorialistas los referidos a la propiedad, con el fin de organizar la subjetividad en arreglo a la lucha política en el eje de lo que podemos definir como una contradicción principal “distribución – concentración”.

31. Esta sociedad de riesgos, que es además una sociedad de peligros, demanda seguridades. El asunto de la hegemonía global y su expresión política local es lograr desplazar esa inseguridad que produce el propio funcionamiento del capitalismo hacia una representación simbólica que no cuestione los fundamentos de la desigualdad. Preservar como oculta e indistinguible la contradicción principal. Así se constituye la máquina de la generación de la desigualdad (el propio capitalismo) y la máquina de construcción de hegemonía (los medios de comunicación).
Develar la contradicción principal: distribución e integración versus concentración y exclusión.

32. Presentar la contradicción principal como “distributiva e integradora versus concentradora y excluyente”, atendiendo semánticamente a la misma, es algo más sugerente de lo que parece a primera vista. La dinámica natural del capitalismo sin mediación política del Estado es por naturaleza concentradora y excluyente. Las acciones políticas de los gobiernos progresistas de este tiempo buscaron lo contrario. Sin embargo, más allá de la política existe una ideología de fondo sobre la que se sostiene la hegemonía capitalista que es parte de la narrativa vulgar de la derecha pero que no pocas veces ha encontrado ecos en algunas posiciones de grupos autodefinidos de centro o de izquierda y ha echado profundas raíces en el seno del pueblo.

33. Si un grupo social es desposeído por la dinámica del mercado quedando fuera del acceso a un nivel básico de activos para satisfacer sus necesidades, la cultura hegemónica sostendrá que es un problema particular de ese grupo porque ello es una consecuencia del conjunto de reglas que organizan el ambiente de la propiedad. Algunas de esas reglas establecen que las personas realizan sus intercambios compitiendo en el mercado y accediendo a oportunidades que genera o garantiza el Estado para que todos tengan al menos un nivel de acceso básico al bienestar. El principio de igualdad formal de oportunidades y la teoría de que la riqueza o el buen pasar son la gratificación por el esfuerzo son dos de las grandes mentiras socialmente inculcadas por la cultura hegemónica para descentrar el verdadero problema de la desigualdad. El esfuerzo y el mérito personal pueden definir en cierto grado la posibilidad de acceder a un mejor nivel de vida aunque claramente ello no explica la verdadera trayectoria de movilidad de las personas en las sociedades de mercado. La probabilidad de ascenso social desde los estratos bajos hacia los medios y de éstos hacia los altos es en verdad mucho más una rareza que una regla y por ello constituye el guión de muchas telenovelas y otras producciones cinematográficas elaboradas para el consumo masivo en los grandes medios. Son “ejemplos” que reafirman la legitimación de los mecanismos de ascenso social vía el esfuerzo y mérito personal, y que impiden problematizar las desigualdades e injusticias que esconden: la desigualdad de posiciones.

34. La concepción de justicia social promovida por la “igualdad de oportunidades” no cuestiona la estratificación social vigente ni las desigualdades de origen, ya que se fundamenta bajo el supuesto de que “todos” podemos alcanzar el éxito social vía el esfuerzo y mérito personal. Gran falacia, porque al no problematizar la estructura social ni los mecanismos de diferenciación y exclusión social, esconde que en realidad no hay lugar para TOD@S.

35. ¿Qué pasa entonces con los perdedores? El siglo XX ha sido un período signado por la guerra y el exterminio masivo de población, desde finales del siglo XIX la tierra estuvo continuamente manchada de sangre por guerras y genocidios de dimensiones mayores y muchos grupos de personas fueron condenados a muerte por distintos caminos. Después de consumados los holocaustos de la primera mitad del siglo XX y culminada la Gran Guerra (1914 – 1945) sobrevino un breve período de repliegue del liberalismo, la edad de oro del capitalismo, la gran expansión keynesiana, etc. Pero poco duró esa época de reducción de la guerra y del exterminio, pronto llegaría el retorno vigoroso del modelo concentrador y excluyente con una gigantesca furia, en especial en el continente latinoamericano imponiendo dictaduras y brutales ajustes económicos. El capitalismo, vanguardizado por los EEUU de América vendría a imponer a sangre y hambre un nuevo pacto social autoritario y conservador. La hegemonía cultural del capitalismo precisaba un chivo expiatorio, y ese fue la guerrilla insurgente, el sindicalismo pro soviético y los movimientos sociales.

36. Ese nuevo pacto social conservador, todavía vigente y sobreviviente a la era progresista, donde sufrió un revés importante pero no definitivo, precisa recomponerse. Para ello es necesario construir un nuevo enemigo, acorde a las circunstancias; condenar, responsabilizar a alguien que pueda recoger el odio de las clases medias por no llegar al american way of life y se haga cargo de la brutal inseguridad humana en la que vivimos, que organice el odio de las clases medias contra alguien que funja de chivo expiatorio. Es ideal que ese alguien cuente con poca capacidad para organizarse y menos poder para defenderse, así será responsabilizado, como lo fueron los judíos en la Alemania nazi de todo lo que el sistema necesite. Ese grupo social serán los pobres.

37. Los pobres viven en situaciones de mayor violencia, expuestos a una enorme inseguridad humana, porque están sometidos a mayores riesgos y a mayores peligros. Su inconsistencia con el modelo de vida dominante es mucho mayor que la de los demás y por tanto tienen más razones para no adherir a la pauta socialmente dominante, o menos capacidad de hacerlo, con lo que serán más fácilmente penables por su “inadaptación social” y por tanto más estigmatizados por sus conductas. La pobreza, que no es otra cosa que una de las patologías de la desigualdad, reúne las mejores condiciones sociales para ser el espacio simbólico condenado. Y no será condenado exclusivamente por su opuesto social, los mejor acomodados, sino fundamentalmente por sus pares, algo más cercanos, por quienes deban explicarse a sí mismos que su desgraciada inconsistencia de expectativas es culpa de alguien, cuya condición sea fácilmente despreciable por diferente y reprobable.

38. La solución desde la prédica hegemónica es fácil. El Estado y la política son los grandes responsables del descalabro. Todo esto es un gran problema de eficiencia, de gestión y eventualmente de corrupción. Se precisa un Estado que no se inmiscuya en la vida de las personas, que no cargue impuestos para luego hacer políticas ineficientes, que no gaste en políticos siempre sospechosos de corrupción y que deje de alimentar vagos que viven de las políticas sociales y otras dádivas del Estado. El Estado sólo debe dedicarse a garantizar la realización del capital sin meterse en cómo este se las arregla con los trabajadores, el medio ambiente y la protección social. La cultura hegemónica precisa deslegitimar al Estado para que éste no controle al capital y así abandone la regulación que promueve la distribución del producto social y el uso del medio ambiente.

39. Sin embargo el Estado, es la única forma de propiedad pública que la civilización occidental ha construido capaz de hacerse cargo en el largo plazo de la población en su conjunto (o al menos de pretenderlo) y por eso los partidarios de la desigualdad entienden necesario limitar sus capacidades y organizar el odio social contra la concepción asumida en estos últimos tiempos por el progresismo. Dicha concepción considera al Estado, entre otras cosas, como un instrumento para la distribución y la integración de la totalidad de la población, y para ello puede llegar a meterse con el ambiente de la propiedad. Y esto no es un detalle, esto es la guerra. Si el Estado logra constituirse en una maquinaria eficiente de regulación y control (y eventualmente de producción), que efectivamente instrumente la protección social de toda la población, los actuales ganadores del modelo capitalista se debilitarán.

Democracia fragmentada: el riesgo de lograr derechos sin izquierdas.

40. Otro elemento que ha nacido y que ha venido para quedarse en esta construcción pos-moderna de la agenda, muertos los grandes relatos, es una nueva idea de agenda democrática. El centro de la nueva democracia es la “agenda de derechos”, que ha venido para bien a reconocer un conjunto de deudas ancestrales y universales respecto a determinados colectivos que han sido históricamente rezagados. Sin embargo esto se puede constituir en un aliciente para la construcción de una democracia fragmentada, donde la participación política a veces no construye e incluso rechaza la necesidad de un relato integrado que plantee el problema de la distribución socioeconómica, o lo que es equivalente, de la estratificación social.

41. Esta agenda fragmentada, cada día más fragmentada, de derechos, en la cual cada uno concursa por su propia legitimación sin la capacidad de construir un meta relato integrador de los distintos asuntos particulares, fácilmente puede transformarse en una cultura de derechos sin izquierdas y consagrarse como un éxito del capitalismo en tanto la hegemonía cultural está sostenida sobre el despojo y la desigualdad socioeconómica, que obviamente no es la única desigualdad, pero es en la que asientan en forma más violenta las demás, y es compatible con cualquier movimiento fragmentario contra alguna discriminación. Es parte de la estrategia de legitimación de la desigualdad sostenerse en alguna de las dimensiones de la agenda de derechos, como cuestión escindida y deslindada de la desigualdad, para perpetuar cualquier escenario de esta última en las restantes dimensiones. Superar esta aparente dicotomía para poner en diálogo estas desigualdades, vincular la agenda de derechos a los asuntos políticos que le dan sentido, es el desafío que se presenta a la izquierda y a los movimientos sociales involucrados. De hecho, ir por el camino de la disminución de las desigualdades estructurales atiende y posibilita la atención de las desigualdades de identidades (género, etnia, edad).

42. Estas consideraciones no pueden soslayar la multidimensionalidad de la desigualdad y es necesario que la izquierda reconozca, incorpore e integre las nuevas luchas sociales a la agenda de la igualdad. Las cuestiones de género, étnico – raciales y de identidad sexual, así como los problemas relativos a la discapacidad, excluidos o invisibilizados en las viejas agendas de la izquierda, hoy son motivo de activismo político y de investigación social y muestran un ejemplo a seguir en la conquista y el reconocimiento de derechos humanos.

43. La acción política a desarrollar en referencia a estos temas es trabajar en la articulación de estas dimensiones en un programa integrado que proponga modelos de relaciones sociales igualitarias y politizadas en un sentido global, evitando que la ausencia de una propuesta política superadora de la fragmentación abra las puertas a una explotación particularista compatible con la hegemonía capitalista y el florecimiento y la proliferación de complejas nomenclaturas en cada campo de luchas.

La encrucijada: el papel que ha jugado el progresismo.

44. La transformación política como la que impulsan los proyectos progresistas, se da en coincidencia histórica con una profundización de un modelo civilizatorio que tiende a aumentar cada día más sus niveles de violencia y desigualdad, con altos niveles de inconsistencia entre las expectativas de consumo y reconocimiento social que generan en la población y las posibilidades de acceso de las grandes mayorías. Esto no es jamás objeto de reflexión del poder hegemónico, por el contrario, es el principal asunto de ocultamiento.

45. Esa inconsistencia violenta que produce el sistema se materializa efectivamente en un cúmulo de agresiones que perpetran las personas, las unas contra las otras y que sufren todas. Esas agresiones amplificadas y a veces con cierta planificación comercial, constituyen materia de una prédica permanente para organizar el odio social. En el fondo, la “promoción” de la violencia social que desarrollan los medios de comunicación, como el principal material de la “vida social” es la consagración de la propia violencia como sustancia simbólica.

46. La inseguridad, que es producto en buena medida de la desigualdad y de otras formas de violencia estructurales, es imposibles de erradicar; ella y sus causas están en la esencia misma del capitalismo. Por lo tanto, se produce una inconsistencia política en el modelo de desarrollo en tanto resuelve ser compatible con el capitalismo en lo económico y en lo cultural, pero pretende perseguir logros humanos no capitalistas como la inclusión e integración de toda la sociedad y el ejercicio pleno de los derechos humanos.

47. El capitalismo produce en el seno de la sociedad un proceso permanente de desigualdad y polarización, y necesita de una sociedad de consumo frenético, que compre más y más y así genere más y más valor para dar sentido al capital. La función sustantiva de la comunicación es promover ese consumo, que debe ser compulsivo e irracional para poder lograr la realización del objetivo. Ese consumo trae de la mano un conjunto no menor de problemas vinculados con la explotación desmedida de recursos naturales, la guerra por la posesión de esos recursos y el control de los mercados.

48. Esto requiere una profunda y detallada reflexión para tener elementos de juicio con los que valorar en su globalidad un proyecto político, el cual muchas veces es enjuiciado a partir de la valoración de una dimensión particular como puede ser “la seguridad ciudadana”, “la distribución del ingreso”, “los resultados educativos” pero que está sometido a determinantes globales de los que no puede escapar en el corto o mediano plazo.

49. La complejidad sistémica de la problemática social es absolutamente inabordable en forma fragmentaria y parcial y el intento de hacerlo constituye el más corriente error político al que arriban incluso buena parte de las fuerzas de izquierda que insatisfechas con ciertos resultados deseados, seguramente muy atendibles, juzgan proyectos políticos nacionales por resultados obtenidos en algunas temáticas, esquivando la discusión de sobredeterminación de la política que impone el sistema global.

50. Buena parte de esta práctica disolvente de la posibilidad de una alternativa integrada frente a la hegemonía capitalista es objeto de financiamiento del propio capitalismo para dirimir resultados globales a través de intervenciones particulares en lugares concretos en las más diversas formas. Con esta fórmula diversos instituciones nacionales o internacionales oscuramente financiadas intervienen en políticas nacionales a partir de explotar el activismo sincero pero ciertamente ingenuo, aunque a veces oportunista o mercenario, cuyas consecuencias “no deseadas” terminan favoreciendo “casualmente” posiciones dominantes de las multinacionales o de otros estados.

PARTE III

Crisis y oportunidades del proyecto de izquierda en el mediano y largo plazo.

51. La cultura hegemónica del capitalismo consagra un papel determinante a los medios masivos de comunicación. En ellos trabaja un conjunto de profesionales dedicados a la tarea de comunicar, a veces elegidos por su condición de ser condescendientes con el orden dominante, sobre los que se aplica además una sofisticada censura que logra que una buena parte del espectro comunicacional que reposa en organizaciones comerciales de la sociedad, esté orientada hacia la conservación de la hegemonía independientemente del partido político de gobierno.

52. Frente a esto existe además una crisis de los proyectos de izquierda que como parte del producto posmoderno es una crisis de relato, que tiene la particularidad de asentarse, entre otras cosas, sobre una ausencia de estrategia de largo plazo en función de una discusión no resuelta sobre cuál puede ser el mundo post-capitalista. La izquierda precisa construir y constituir un proyecto político alternativo de sociedad, alternativo a estas reglas salvajes de vida que plantea el capitalismo. Para eso requiere levantar un discurso trascendente que logre realmente organizar a la gente a través de motivaciones que permitan ir más allá del presente inmediato y jerarquizar las relaciones humanas, la solidaridad, los valores comunitarios, como objetivos en sí mismos, algo que tenga sentido ser vivido más allá de los éxitos que plantea la hegemonía capitalista. Mientras no exista ese relato que coloque a la problemática humana en el centro, no se puede constituir una esperanza.

53. Durante mucho tiempo la izquierda tuvo como estrategia llegar al gobierno, fue una estrategia de mediano plazo y a los efectos de implementar un conjunto de transformaciones a nivel institucional que tuvieran como resultado una mejora significativa del bienestar social. En la medida de las posibilidades, teniendo en cuenta las restricciones mencionadas al principio, ese objetivo se alcanzó. El problema es que una vez alcanzado el gobierno e implementadas las primeras transformaciones vemos que no está claramente definido cuál es el proyecto de sociedad que queremos a futuro. ¿De qué hablamos cuando hablamos de socialismo o de democracia avanzada o de post-capitalismo o de cómo se prefiera llamar a alguna alternativa a este modelo de sociedad en el que vivimos? ¿Cuáles son los conceptos de justicia social, de participación, de bienestar y de desarrollo que sostiene una utopía de izquierda?

54. Frente a la ausencia de un proyecto más finalista pero con el deseo de participar en el proceso político ha surgido una incipiente pero consistente cultura de “nomenclatura” que visualiza la participación política como la participación en el gobierno, que cultiva el ejercicio de la gestión como fin en sí mismo, y que a veces trabaja para “permanecer” más allá del “transformar”. Una forma un tanto insuficiente para poder trascender. Esto ha generado una especie de cultura auto –referenciada, que reduce la trascendencia a la práctica concreta y da consistencia a una forma de profesionalismo político relacionado con un tema que se ha estudiado mucho en las ciencias políticas que consiste en la lucha por la permanencia que desarrollan las burocracias políticas una vez llegadas al poder. Se hace imprescindible entonces hacer un balance y promover una reflexión para respondernos sobre el curso de este proyecto. ¿Quiénes somos? ¿hasta dónde hemos llegado? ¿quiénes o qué cosas han quedado por el camino? ¿hacia dónde vamos?

55. Es claro que el ejercicio de responder estas y otras preguntas parecidas omitiendo la complejidad de la política es un acto ingenuo, o una propuesta de la quinta columna, pues fácilmente dicha autocrítica, en medio del descrédito que se organiza contra la política, a veces merecido, pero muchas más veces construido desde la hegemonía mediática, se transforma en un acto de suicidio servido y aplaudido por el enemigo, que no en vano financia y financió hasta buena parte de la oposición por “izquierda” que tuvo el progresismo en toda Latinoamérica. Sin embargo, el cerrar filas sobre los leales, por el simple hecho de ser feligreses del mismo credo no salvará a la izquierda de cometer importantes errores.

56. Ha llegado la hora de escuchar y de escucharnos, las experiencias de los países vecinos nos enseñan que si los proyectos de transformación no son verdaderamente populares las fuerzas conservadores pueden actuar incluso por fuera de las supuestas “reglas del juego” para hacerse con sus propósitos (Paraguay, Brasil, Bolivia, Venezuela, y en cierta medida Argentina), y sólo un pueblo organizado y protagonista puede defender las mejoras logradas. Es preciso una discusión sin dogmas y sin apriorismos; una movilización de largo plazo, contra los sistemas de privilegios que organizaron nuestras sociedades no puede sostenerse sobre posiciones autorreferenciadas que portando “la verdad” se encierren en lo que ahora se llama “una zona de confort”.

57. Explicar el proceso político en esta coyuntura implica un profundo acto de sinceramiento y una actitud que algunos sectores de la burocracia política no suelen tener. Es necesario doblegar esta resistencia pero sin abrir el juego al enemigo, representado por el polo concentrador y por la defensa de los privilegios. Pero confundir los niveles de análisis en los errores cometidos en un proceso político de mediano plazo es un error estratégico importante. Cuando el camino (la estrategia) es correcta, una desviación es corregible sin perder el destino, cuando el camino es incorrecto no hay corrección que valga. La autocrítica y la reflexión por radicales que sean no pueden poner en riesgo la energía transformadora de un proyecto como ha sido el progresismo, no se puede perder el rumbo por ajustes de cuentas sectarios, purismos ideológicos o académicos.

58. No se debe confundir en ningún momento esta crítica o más bien autocrítica de la burocracia política con una valoración sobre la burocracia institucional, tan criticada por la política, muchas veces con razón. La burocracia profesional del Estado es un instrumento imprescindible para la transformación o para la conservación del status quo social, sin una política altamente dedicada a la construcción de una burocracia seria y profesional, de un funcionariado público eficiente y comprometido, no se puede avanzar en un país, que dado todo lo antes dicho, depende totalmente para su desarrollo del funcionamiento del Estado. Un proyecto de transformación social como lo es el progresista requiere de un compromiso total del Estado y en eso estamos lejos de haber llegado al zenit. No es menor el papel que han jugado las burocracias públicas en los procesos políticos latinoamericanos, y el que seguirán jugando, por lo que es importante tener una política de largo plazo para ese cometido. El burocratismo, que es de lo que a menudo nos quejamos, es hijo de la falta de conducción política y de la falta de involucramiento de los funcionarios en las instituciones. En esto si no se es parte, se está aparte.

Primavera progresista, …verano incierto: algunas ideas para continuar

59. La primavera progresista podría estar planteando un verano incierto y estar anunciando un retorno liberal, un retorno del gobierno directo del capital para gestionar la política tanto a través de partidos históricos de la derecha como de nuevos partidos del empresariado.

60. Frente a esta realidad es importante rescatar que lo que ha sucedido hasta ahora, si bien ha tenido un conjunto de determinantes macroeconómicos y macro políticos que lo han viabilizado, está lejos de ser obra del destino. Nada de lo que ha sucedido en nuestro país ha sido casualidad y no hubiese acontecido sin un gobierno progresista. Si esta época de bonanza y de crecimiento a nivel latinoamericano por la confluencia de un conjunto de factores positivos (que tampoco duraron todo el periodo porque ya sobre el 2008-2009 emergió una primera crisis y sobre 2011 una segunda crisis) se hubiera dado bajo la orientación liberal, obviamente la pobreza no hubiera descendido tal como descendió, la desigualdad tampoco lo hubiera hecho y los derechos sociales no se hubieran expandido lo que se expandieron. Por lo tanto es fundamental quitarle el componente mágico a las apreciaciones sobre los resultados de las políticas y volver sobre lo que ha sido la historia reciente.

61. Es necesario construir un análisis, y por tanto un relato, que expliquen con claridad y profundidad lo que ha sido hasta ahora el desarrollo del proyecto progresista, sus ilusiones, sus determinaciones, sus logros, sus fracasos y sus temas pendientes, con la debida complejidad pero también con el debido aterrizaje. Ello requiere sistematización y estudio, requiere explicaciones y respuestas, requiere una inversión sustantiva en comunicación y requiere también de la mayor honestidad intelectual. La defensa del proyecto no puede ser un show de autobombo, es una explicación histórica y política de un proceso altamente complejo y múltiplemente determinado. Sólo una explicación lo suficientemente atenta y considerada será entendida y apropiada por el pueblo, otra cosa será un factor de desencanto.

62. Por último un conjunto de consideraciones que no son menores y que hacen a la agenda próxima. Parece cada día más claro que no va a ser posible continuar este proyecto de desarrollo social inclusivo sin tocar intereses del capital y de los estratos más altos de la sociedad. El derecho a la herencia de grandes fortunas, los beneficios de algunos de los trabajadores y empleadores, los permisos de explotación de la naturaleza, las reglas de juego del comercio y la banca, la regulación de los mercados de tierras, bienes y servicios y demás normativas que rigen el mundo capitalista son los principales determinantes de los resultados sociales. Hay una encrucijada productiva y distributiva que atender si se quiere avanzar en combatir la cultura de los privilegios y apostar a una sociedad integrada y no tan desigual. Pero también hay un relato terrorista de parte de los poderosos para confundir a buena parte de la población y hacerla sentir damnificada por medidas que en realidad la benefician, como ha sido el caso de la modificación del IRPF, o como podría ser la modificación de la imposición sobre las grandes herencias y medidas similares. Hay mucho por conocer y mucho por explicar sobre estos temas en nuestros países donde mucho sabemos de los pobres y casi nada de los ricos.

63. Por otra parte hoy sabemos que nuestros niños y niñas se están criando en una sociedad que tiene desigualdades de origen que se pronuncian o perpetúan a lo largo de la vida y pueden desembocar incluso en peores desigualdades de las que estamos viviendo hoy. Es importante invertir generosamente en mejorar la situación de nuestras nuevas generaciones, para lo cual es necesario transformar globalmente la situación social de los estratos bajos en tanto allí tienen lugar buena parte de los nacimientos. No hay políticas de infancia sin atender a las familias, sus redes sociales y sus oportunidades territoriales.

64. El futuro de nuestro país depende también de los resultados sociales que tengamos hoy y no solamente de los que logremos mañana, y para ello hay que invertir hoy. Hay un componente intergeneracional en los resultados futuros que debe ser valorado y puesto en la línea de las prioridades macroeconómicas actuales por ser un determinante del desarrollo futuro. En el mismo sentido se debe entender que el trabajo debe ascender a la categoría de derecho humano y no reducirse a la condición de factor de producción, y a partir de ello repensar la economía como un factor de integración social más potente que como hoy la entendemos.

65. A modo de cierre momentáneo de este trabajo en construcción, corresponde señalar que el objetivo principal del mismo era y sigue siendo promover la discusión de estas y otras temáticas que hacen un camino hacia un mundo mejor. El trabajo futuro será mejorar en calidad y alcance todo lo escrito aquí y avanzar sobre un conjunto de propuestas de trabajo de orientación estratégica, que sería deseable aterrizar en ideas y acciones programáticas o de política, pero que deben ser una tarea profundamente colectiva que conjugue una dimensión política de tipo generalista preocupada por la viabilidad, con la especificidad temática y local que toda política hecha práctica institucional o social requiere para ser eficiente y eficaz. El reto es tan grande como provocador y el camino promete ser venturoso si logramos trasvasar algunas fronteras organizativas o ideológicas que nos constriñen. Entendemos que no hay nada para perder más que la oportunidad de hacerlo, … por eso ya empezamos a trabajar.